Hace muchos años platicaba con mi amigo el videasta argentino Gustavo Kortsarz sobre historia, arte y política mientras me compartía uno de esos mates que tan bien preparaba en su taller de Saint-Denis, al norte de París. Me hablaba de lo terrible que fue la dictadura en su país y de cómo la extrema derecha se las ingenia para -como las cucarachas- no morirse nunca.
Comparábamos la situación de nuestros respectivos terruños y yo no atiné más que a decirle que en México me sentía relativamente a salvo, que no veía las condiciones para que surgiera en nuestras tierras una fuerza fascista similar a la argentina o a alguna de las que por aquel entonces ya hacía ruido en Europa.
Gustavo medio me puso cara de haber dicho yo una estupidez y con la paciencia del adulto que le explica cosas a un niño me dijo: "Carlitos, che, no seas ingenuo... quizás ahora no los veas pero seguro están allí y nada más sea cuestión de tiempo para que den el zarpazo".
Y sí, mi amigo tenía razón: en el 2006 llegó a la presidencia Felipe de Jesús del Sagrado Corazón Calderón Hinojosa para gusto y beneplácito de la fachiza mexicana que a falta de un Pinochet vio en el sanguinario chaparrito el mejor antídoto contra el comunismo tropical que según ellos representaba mi papuchis AMLO cabecita de algodón.
El sexenio del también conocido como "el carnicero de Morelia" ya se lo saben: sangre, cochupos y hasta pleitazo diplomático con Francia con tal de proteger al tan brutal como tartamudo superpolicía García Luna. Calderón no pudo reelegirse por interpósita persona en ninguna de sus dos intentonas: primero con el fallido Cordero en 2012 y luego con la todavía peor Margarita Zavala en 2018, pero lo que sí pudo hacer y lo hizo muy bien fue sentar las bases para el florecimiento de un ala mexicana de la ultraderecha iberoamericana bajo la tutela del siempre higadito José María Aznar.
Nuestra derecha, criolla natural o fanática del tinte rubio cenizo para dar el gatazo, admira España no por su riqueza cultural, sospecho, sino porque en muchos aspectos es como México, pero sin mexicanos. A esa fachiza mexicana que canta el Cielito lindo como si tuviera poderes mágicos me la imagino exigiéndole disculpas al Reino de España no por abusos y atrocidades cometidas durante la conquista, sino por no haber terminado de echarles bala a todos esos indios patarrajada hijos de su politeísta y caníbal madre. España nos dejó lengua, cultura y religión, pero no la raza... así bromeaba Abel Quesada en sus cartones a propósito del racismo de la clase media nacional.
Además de racista, la mexicana es una ultraderecha misógina de lo más básica: vean nomás la sarta de tonterías que publica en articulos de prensa y en redes sociales. El numerazo de la semana se lo lleva de calle el pequeño Antonio Garci Nieto, dibujante del periódico El Financiero. No sólo se quiso hacer el machito simpático con una fotografía trucada de la senadora Andrea Chávez, sino que se escudó en el "yo no fui" para tratar de minimizar su cobardía.
Me parece atinado de parte Chávez de proceder legalmente contra Garci. La bobada de éste no solamente no fue graciosa, sino que tampoco escapa al catálogo de actos penados por la Ley Olimpia: eso que hizo no es caricatura, es delito.
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