En el año 2017 se estrenó la película estadounidense The Post, dirigida por el afamado director Steven Spielberg. Este filme cuenta la historia de cómo en el año de 1971, los editores del periódico The Washington Post decidieron publicar algunos documentos filtrados del Pentágono que trataban sobre la falta de transparencia, por parte del gobierno norteamericano, en torno a la guerra de Vietnam. Cuando se estrenó, yo estudiaba la maestría en Periodismo sobre Políticas Públicas en el Centro de Investigación en Docencia Económicas (CIDE), además daba clases de Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, por lo que esta película, por mis intereses, me vino como anillo al dedo.
No solamente hablé de ella con mis colegas de la maestría, sino que la recomendé a mis estudiantes al compararla con otras películas que tratan casos periodísticos como Todos los hombres del presidente (1976), sobre el caso Watergate; o Spotlight (2015), en torno a la publicación de las historias de pederastia por parte de algunos líderes religiosos en los Estados Unidos. Debo confesar que The Post la he visto al menos cuatro veces y no es raro decir que uno siempre encuentra algún elemento nuevo cada vez que observa de nuevo algún filme. Y eso es justo lo que me ocurrió hace algunas semanas.
Cenaba en casa mientras veía otra vez esta película y cuando vi aquella escena en donde la directora del Washington Post, Katharine Graham, interpretada por Meryl Streep, discute en su despacho con el editor Ben Bradlee, es decir, Tom Hanks, sobre si debe publicar o no los documentos que involucran al gobierno, observé que una pintura de colores vivos y tonos brillantes se asomaba discretamente desde el fondo de la escena. Sin duda, pensé, es una pintura cubista, pero lo que me llamó la atención fue que pude distinguir la firma del artista en el extremo inferior izquierdo. Como si fuera una revelación se aparecieron las iniciales “DMR”, firma inconfundible de Diego Rivera durante su etapa cubista en la segunda década del siglo XX.
Al indagar sobre si esto era cierto o no, llegué al artículo que en el año 2018 publicó Karen Chernick en Hyperallergic (https://hyperallergic.com/430084/diego-rivera-katharine-graham-the-post/) en torno a este cuadro. Resulta que la madre de Graham, la real, no Streep, de nombre Agnes Ernst Meyer era una periodista, gustaba del arte audaz y moderno y fue que a comienzos del siglo XX compró algunos cuadros de Diego Rivera durante la primera exposición de éste en la galería neoyorquina de Alfred Stieglitz en 1916. Entre los cuadros que Meyer adquirió de Diego estaban “Montserrat” de 1911, “Paisaje cubista” de 1912 y “No. 9, Naturaleza muerta española”, la pintura cubista que aparece en la película de Spielberg, que actualmente pertenece a la colección del National Gallery of Art, pero que en su momento acompañó en su despecha a Katharine Graham (https://www.nga.gov/artworks/121051-no-9-nature-morte-espagnole).
En su artículo, Chernick relata que la decoradora del filme, Rena DeAngelo, incluyó la pintura para destacar la impresionante colección de arte de Graham. Sin embargo, coincido con Chernick, al colocarla dentro de la imagen en movimiento, esta pieza histórica de Rivera, que es testigo de sus andanzas y trabajos por las vanguardias durante los años que vivió y estudió en Europa, pasa a un papel secundario, casi desapercibida. La naturaleza muerta es del año 1915, el mismo año en que pintó aquel sorprendente e innovador “Paisaje zapatista” (https://www.thehistoryofart.org/diego-rivera/zapatista-landscape-the-guerrilla/).
Sin embargo, este bodegón “No.9” muestra otra cosa, el tiempo detenido y dislocado, una escena de vida pero meditada y plasmadas en figuras geométricas; elementos de la cotidianidad de Diego sobre una mesa: un jarrón, una botella, sombras, comida con tenedores y pinchos que sobresalen por esos colores morados, violeta que acogen y abrazan al blanco y el amarillo, y esas sombras azules verdosas, casi cerúleo, que en el filme dan un toque mate que concuerda fielmente con el clima de calidez claroscuro de la oficina de Graham.
Ahora, cada vez que vea la película con mis alumnos, o cuando vea en el cine o en la televisión a Meryl Steep o a Tom Hanks no podré sacar de mi mente que en un instante eterno estos dos actores ganadores del Oscar abrazaron y se confundieron en aquella escena de comedor cuadricular, que se cruzaron por ese momento petrificado, y a la vez tan vibrante, creado por el Diego Rivera, quizá, menos conocido: el Diego Rivera cubista.
PD. El Museo de Arte Carrillo Gil, ubicado al sur de la Ciudad de México, tienen en su acervo una colección de al menos siete pinturas de esta etapa cubista de Diego Rivera -casi todas de 1916-. En exhibición, en una de sus salas, se encuentra ese magistral retrato que le hizo al arquitecto y escritor Jesús T. Acevedo, en 1914, cuando ambos vivían en Madrid; por cierto, este retrato guarda semejanzas compositivas con “No.9. Naturaleza muerta española”.
¡Se el primero en comentar!