Opinión

En concreto: Vísperas del invierno en la urbe

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Juan SolísFoto de
06 de diciembre 2024
  • Alcaldía BJ

Como el rockstar que es, Santa Clos lanza su impresionante campaña de marketing desde meses antes de su incierto arribo. En pleno verano, los almacenes exhiben, junto a las pelotas de playa y salvavidas en forma de cocodrilo, discretas esferas, pinos y adornos para la época que, oficialmente, arrancará en diciembre.

De ahí que esta muy noble y muy leal ciudad de Chilangotitlán se vista, con premura, a la moda que le han mostrado los medios. Faltaba más. El cine y la TV dictaminan que el invierno debe ser nevado o no será, que hay que adornar la casa con luces como si fuera tráiler de doble remolque y que hay que armar una playlist que incluya, completito, un famoso disco de villancicos en donde cantan Pandora, Denisse de Kalafe y otras estrellas ochenteras condenadas a los cuidados paliativos de la triste pero lucrativa nostalgia sonora que resucita en los reencuentros y pop tours.

Muñecos de nieve inflables aguantan vara, sin derretirse, los más de 25 grados Celsius del otoño chilango. Estoicos, comparten sitio en las marquesinas con un escuálido reno o un sonriente San Nicolás con el cuerpo y el saco llenos de aire, elemento del que están hechas la mayoría de las ilusiones. Poco importa que en esta urbe no haya caído nieve desde 1969. Lo que cuenta es integrarnos a la idea del invierno en el hemisferio norte.

Santa Clos ya es parte del imaginario ¡Nicolás, hermano, ya eres mexicano! Por alguna razón, los niños capitalinos han comenzado a pedirle cosas. Aunque no haya chimeneas en la mayoría de las casas, aunque la inseguridad ponga en riesgo su integridad y su mercancía (¡Cámara, Santa Clos, ya te la sabes!), aunque las patas de los renos se atoren con el cablebús, el hombre de rojo debe llegar y poner algún presente debajo del árbol de Navidad. Hay que ahorrar.

Por las noches, el imperio del led se deja sentir en toda su intensidad. Decenas de series fabricadas en China iluminan la vivienda que, por humilde que sea, debe hacer gala de su poderío energético. Y mientras el medidor aumenta sus revoluciones, para regocijo de la CFE, las luces se sincronizan y anuncian a los vecinos, si no la alegría, al menos la existencia de quienes ahí habitan.

Hay a quien le da por disfrazar a su mascota. No es raro ver en la calle perros con orejas de reno, con suéteres invernales o portando gorros de duendes con cascabeles. Con un cuerpo diseñado, a través de varios siglos de evolución, para habitar en el planeta tierra protegidos por su pelaje, los canes aceptan con presunta resignación los atavíos que delatan más la poca adaptación de sus dueños.

El invierno se acerca. Seguiremos informando.

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Escrito por Juan Solís

Periodista cultural y doctor en historia del arte. Autor del libro "El cuerpo del delito/ Los delitos del cuerpo. La colección de cine pornográfico 'callado' de la Filmoteca de la UNAM". Chilango auriazul y seguro textoservidor.


X: @eljuansolis


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