Cuando el acoso vecinal o blocking vuelve a tu hogar inhabitble

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Redacción / Explora CDMX12
12 de agosto 2024
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Mientras en el mundo las mujeres cantan Flowers, de Miley Cyrus, como un himno a la liberación, empoderamiento y sororidad entre todas, en un espacio de apenas 60 metros cuadrados una joven mujer canta: I can buy myself flowers, write my name in the sand, talk to myself for hours, ¡yeah!… Son las dos de la madrugada y ella repite y repite por media hora más.

Para esa joven, no es suficiente, casi diez horas más tarde alza de nuevo su voz en el mismo espacio, ante el mismo público: ella. Sólo que, de nueva cuenta, repite, repite y repite la misma canción por hora y media, sólo ese fragmento... Pero no es de liberación, lo hace para acosar, así lo ha hecho durante más de tres años.

Detrás de la pared, en las actividades del trabajo en casa y frente a la computadora, sólo me queda esperar a que se vuelva a cansar, que la garganta no le dé más para que finalmente pare su perorata.

Los españoles definieron la práctica de acoso entre vecinos en su Código Penal en 2015 y la llamaron blocking. En este caso, el acoso vecinal también es de ellas hacia ellas.

Pero, ¿qué es el acoso vecinal o blocking?, es cualquier comportamiento que cause miedo o angustia a otra persona que viva en el mismo edificio o barrio. Esto puede incluir hacer amenazas, dañar la propiedad, o simplemente dificultar la vida de alguien haciendo ruido o discutiendo constantemente. Muchas veces, el objetivo es provocar que la otra persona abandone su propiedad. 

En estos días he aprendido que se puede ser artista del hostigamiento y la protagonista de practicar blocking, lamentablemente, tiene rostro de mujer.

La violencia entre vecinos es una práctica habitual en condominios. Más frecuente de lo que imaginamos, de ahí el incremento de denuncias durante la pandemia ante la Procuraduría Social de la Ciudad de México.

Sólo que en esta ocasión se trata del hostigamiento de una joven hacia otra mujer.

Han transcurrido más de tres años después de la pandemia. Aquí no hay sororidad, sí hostigamiento y acoso psicológico.

Ante la denuncia al interior del edificio de departamentos, todos dicen desconocer la Ley de Propidad en Condominio, el Reglamento para la Protección de Ambiente contra la Contaminación originada por el ruido, la Ley de Cultura Cívica, que considera infracciones contra la tranquilidad de las personas y un posible riesgo a la salud, así como los principios básicos de derechos humanos y, desde luego, el reglamento interno.

“Yo soy cantante”, dijo la mujer como carta de presentación.

Para llegar a Cyrus, la creativa e incipiente artista pasó en este tiempo por dedicatorias de grupo Firme en un fin de semana, que se prolongó de viernes a domingo, y reuniones con amigos para una partida de juegos de mesa durante siete días continuos, de lunes a lunes, en los que, mientras calentaba garganta con alguna canción, llegaba el rugido de camiones a las 5 de la mañana.

La creatividad para el hostigamiento parecía no tener fin.

Sus iniciativas han sido inmensas, como dejar programada su Alexa por 24 horas continuas con música de Juan Gabriel. Claro, mientras ella disfrutaba a la distancia de su fin de semana.

Cuando ha decidido descansar, ha preferido sentarse en algún espacio de su sala para ver maratónicas sesiones de series, sin importar que el elevado volumen del sonido rebase las paredes de su espacio o que sean las 4, 5, 6, 7 de la mañana del día siguiente, todo, bajo el argumento: “estoy dentro de mi casa y ahí puedo hacer lo que quiera”.

Al contarle a una amiga, hace unos meses, solo atinó a decir: ¡Qué horror!, ¡Qué tormento!

El dicho popular reza que con un nuevo año hay que renovarse o morir.

A partir de este 2023 bajó esa práctica, pero no por iniciativa para empezar a cumplir alguna norma, sino ante el señalamiento de un primer reporte ante las autoridades. ¡Qué fortuna! diría cualquier optimista, pero no…

Ahora sólo ve televisión con un alto volumen hasta las 2 de la madrugada, luego se despierta entre 6:00 y 6:30 de la mañana para arrastrar sillas, martillar la pared o, apenas la semana pasada, lanzar su furia contra los tabiques en el lugar exacto donde colinda la recámara: Una mentada de madre a golpes.

Aún sigo pensando si fue con la mano, con qué artefacto, pero lo que más me impresiona: ¿quién en su sano juicio se despierta solo para hacer eso? ¿Qué debe tener por dentro un ser humano para programar despertarse sólo para molestar a un vecino, en este caso, a una vecina? ¿Qué nivel de maldad tiene alguien que dice ser un ser humano con sensibilidad artística?

Como campanadas de iglesia cada día, ese primer golpe de madrugada es el anuncio de una gran celebración: la licuadora prendida por minutos, caminar en zapatillas, arrastrar maletas, poner música, cantar, jalonear sillas y muebles.

¿A qué hora duerme?, me he preguntado.

He comprendido que lo hace a lo largo del día mientras trabajo.

Otra amiga recomendó: “no la dejes dormir, sube el volumen a la televisión”, pero cuando se me ocurrió ocasionalmente poner la licuadora a las dos de la tarde, para preparar alguna comida, solo provoqué que el concierto nocturno tuviera más espectadores, incluso el aval de una colega de su gremio.

Dos jóvenes de su misma edad, uno de ellos que, en cuanto me cruzaba por el pasillo, ha tratado de esquivar mi mirada. Otro más sigue su juego, reír sonoramente con una carcajada simulando una hiena, no sé si en realidad así es su risa o es parte de la burla vecinal.

A estas alturas ya no sé cuántas desveladas tengo, pero las convertí en vida productiva, adelantar trabajos, tareas escolares, leer, imaginar nuevos proyectos, pero eso empieza a reflejarse en mi salud.

Reportar esa situación por estos tres años ante el comité de vecinos y los dos vigilantes me hacen ser la enemiga número uno.

Las cinco, seis o siete personas que ostentan la administración no han advertido una sola falta al reglamento del condominio en todo este tiempo.

Por cierto, un reglamento muy laxo, dado que plantea que entre semana cualquier ruido debe cesar a las 11:59 de la noche y deben iniciar a las 8 de la mañana, cualquiera puede estar de acuerdo en ello, pero en el caso denunciado, las sanciones han sido de nula aplicabilidad.

De hecho, el reglamento se cambió en dos ocasiones: primero, advertía que al sobrepasar el horario de ruido, el vigilante en turno tenía las facultades de llamar al ruidoso e invitarlo hasta en tres ocasiones a cesar el escándalo y si no atendía, la sanción aplicable era quitarle la luz cortando el interruptor.

Eso nunca sucedió, más bien a la primera llamada llegaron tres invitados más a la reunión.

En la segunda modificación, el comité vecinal optó por quitar ese artículo relacionado con el ruido, fue la mejor medida, sin norma para sancionar, se acaba el señalamiento y más si se trata de ella.

Privilegio concedido por el grupo vecinal que gobierna el sitio ¿a cambio de qué? Aún no lo sé o quizás intuyo que está relacionado con el pago y transparencia de cuotas de mantenimiento.

Lo que sí revela es la existencia de una confabulación para el hostigamiento continuo y permanente: blocking.

El filósofo madrileño José Antonio Marina declaró al inicio de la pandemia al periódico EL PAIS: “No saldremos mejores de la pandemia, de la experiencia no se aprende si uno no quiere” y después de tres años aquí hay una joven que dedica sus noches y sus días a acosar, a hostigar, a …

Es así porque ahora, no hay minuto que no pase sin que, de pronto, suene el jaloncillo a un mueble, un martillazo casual, raspar la pared, aventar algún artefacto y hasta algunas monedas.


Las principales denuncias en la Procuraduría Social de la Ciudad de México

Invasión en áreas comunes, exceso de ruido, violencia, acoso vecinal y falta de pago de la cuota de mantenimiento son algunos de los problemas que alteran la convivencia entre los vecinos en unidades habitacionales y condominios particulares. 

En el 2021, la Prosoc recibió 12 mil denuncias, y según su informe de labores del 2023, aumentaron a 44 mil, es decir, se triplicaron estas quejas.


Esta historia aún no termina

Los días pasan y todo sube de nivel, cada día se inventan algo más. Parece que se han confabulado con los vecinos del piso inmediato para que día y noche se genere ruido. Lo mismo es aventar monedas, los zapatos, arrastrar el clóset, pegarle al perro para que ladre o incitar a niños para que jueguen carreritas en un departamento con menos amplitud.

Su creatividad para generar ruido es infinita. Como aquel día en el que el auto amaneció en medio de un rio de aguas negras. Alguien quitó el tapón de pvc en el tubo de la cañería, sí, justo arriba donde está ubicado el lugar donde se queda el auto blanco. Al bajar, el hedor es inmundo, semejante al momento en el que Jean-Baptiste Grenouille, protagonista de la película “El Perfume”, prepara sus aromas. No hay más, adentro hay escurrimiento de aguas negras, pero hay que subir al coche e ir a trabajar.

Unos meses después y al cambiar de coche, vino lo peor. El nuevo auto amaneció con un golpe contundente en el parabrisas, un experto diagnosticó: esto fue intencional, un golpe contundente con un arma.

La Procuraduría Social de la Ciudad de México aún espera un escrito en sus oficinas para formalizar la denuncia que hace algunos años se presentó de manera verbal, no sin antes anticipar: “Vamos a intervenir, sin lugar a dudas. Personalmente llevaremos el seguimiento”, solo que anticiparon: “usted debe considerar que entre las consecuencias de la denuncia está que sus vecinos recrudecen sus actitudes”.

En efecto, al consultar a un abogado -que cobra mil quinientos pesos por mes para llevar el caso- dijo que el caso es uno de los más comunes, más si ven a una mujer sola. Los vecinos se organizan e intentan sacarla del edificio o condominio.

En la consulta a la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México sólo se obtuvo una lista de las presuntas violaciones a los derechos fundamentales: de acceso a la luz y a la ventilación (al colocar unos plásticos para que no pase la luz y la ventilación en el espacio común), a vivir en tranquilidad, a vivir sin ruido y al derecho a vivir en bienestar porque, en combinación, todos deterioran la calidad y el nivel de vida de la persona acosada.

En efecto, además se suman actitudes y acciones de acoso, por ser una mujer sola, quien es objeto de maltrato.

La respuesta de las autoridades y del área de derechos humanos no resuelve y, por lo tanto, no hay mucho qué hacer.

Una vez tipificados los derechos que se violentan, el personal de la CDHCM indicó que todo eso debe presentarse en un documento ante la Procuraduría Social y si ellos no actúan para tipificar e ir en contra de la violación de esos derechos, entonces esa instancia podría intervenir, antes no.

El problema es que pasan días y noches y nadie pone un alto. El vecino del piso inmediato hizo del caso su frase favorita: “vecina, ¿verdad que no la dejamos dormir?”, dijo sarcásticamente un día en la fila de pago de la tienda de la esquina.

Eso significa que si la artista sale de casa, el acoso queda a cargo de este hombre y su pareja: arrastran sillas, azotan todo tipo de objetos contra el suelo a cada hora, incluida la madrugada, sin importar si es domingo a lunes y a martes o los siete días siguientes.

Al quite también entran más hombres o mujeres jóvenes que entran a la casa de la artista que durante el día o la noche entran a fumar marihuana que inunda no solo el espacio común, sino también los departamentos contiguos, entre ellos, el mío.

Una de las ocho administradoras del edificio, diría un día: “pero ¿cuál es su problema?, si todo el edificio huele así”...




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Escrito por Redacción / Explora CDMX

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