Mientras el féretro de Ifigenia Martínez se retiraba de la Cámara de Diputados, los presentes estallaron en un clamor colectivo: “¡Que viva Ifigenia!”, resonando en el aire con fuerza. “¡Viva!”, respondieron al unísono, un grito que celebraba no solo su vida, sino el legado de lucha y esperanza. La emoción y el respeto llenaron el ambiente, convirtiendo ese momento en un tributo inolvidable a una mujer que dedicó su vida a la justicia social y la equidad de género.
El aire de aquella mañana del 1 de octubre de 2024 llevaba una carga de historia. Ifigenia Martha Martínez y Hernández, con sus 99 años a cuestas, se dirigía hacia el estrado con la firmeza que la caracterizó durante más de seis décadas de lucha política. Era un momento simbólico, pero profundamente significativo: entregaba la Banda Presidencial a Claudia Sheinbaum, marcando una transición inédita en el país.
Ifigenia fue mucho más que una política. Su vida fue un testimonio de resistencia, de apertura de caminos en terrenos dominados por hombres. Cofundadora del PRD, fue una pionera incansable en la lucha por la justicia social, siempre del lado de los que menos tenían. Primera mujer en obtener una maestría en Economía por Harvard, su retorno a México no fue un regreso cualquiera; fue la llegada de una mente brillante que no se conformó con los límites impuestos por la sociedad de su tiempo. Fue también la primera senadora electa por un partido de oposición, rompiendo techos de cristal que, hasta entonces, parecían impenetrables.
El 5 de octubre de 2024, cuatro días después de entregar aquella banda presidencial, Ifigenia Martínez se despidió de este mundo. Pero su legado, ese que inició con su participación en el movimiento estudiantil de 1968 y que culminó con su presidencia en la Cámara de Diputados, seguirá resonando. Su figura seguirá siendo un faro para las mujeres que, como ella, buscan cambiar el rumbo de la historia. Porque, a pesar de que su vida se apagó a los 99 años, su lucha sigue viva en cada paso hacia una sociedad más justa.
El silencio en la explanada de la Cámara de Diputados era casi palpable. Eran las 11:51 de la mañana del lunes 7 de octubre cuando una camioneta blanca, escoltada por un discreto operativo de seguridad, se detuvo frente al edificio. El cuerpo de Ifigenia Martínez, envuelto en una atmósfera de respeto y duelo, llegaba a su última parada en este emblemático recinto.
Los presentes, funcionarios, políticos, se acercaron lentamente mientras los escoltas, de movimientos precisos y ceremoniosos, abrían la puerta trasera de la camioneta. El ataúd fue extraído con sumo cuidado, seguido por una ola de aplausos que creció en intensidad, un tributo a una vida dedicada al servicio del país.
A las 11:59, el féretro cruzó el umbral del pleno de la Cámara de Diputados. El ambiente, cargado de emociones, se transformó en una sinfonía de aplausos que inundó el recinto. No era una despedida común, era un homenaje sentido y profundo a una mujer que, con su tenacidad y convicciones, había marcado una era en la política mexicana.
Los diputados y senadores, de pie, sumaron sus manos a la ovación, conscientes de que no estaban ante cualquier figura pública, sino frente a Ifigenia Martínez, una leyenda que había desafiado estructuras, abierto caminos y luchado incansablemente por la justicia social.
El sonido de los aplausos no era simplemente un reconocimiento a sus logros, sino una forma de expresar gratitud por su legado. Su cuerpo reposaba ahora en el centro del pleno, rodeado de de flores, mientras su espíritu parecía llenar el espacio.
A las 12:02, el vicepresidente Sergio Gutiérrez Luna de la Mesa Directiva, con un gesto solemne, pidió silencio. El bullicio habitual del pleno se desvaneció en cuestión de segundos. Un profundo respeto inundó el aire mientras los presentes inclinaron sus cabezas, en honor a Ifigenia Martínez. El reloj marcaba el inicio de un minuto de silencio que se sintió eterno, cargado de emociones contenidas, recuerdos y una inmensa gratitud.
Las manos, que momentos antes habían aplaudido con fervor, se entrelazaban ahora en gesto de recogimiento. El minuto avanzaba lentamente, como si los corazones de los presentes comprendieran que, en ese espacio de tiempo, estaban despidiendo no solo a una mujer, sino a una época, a una historia personal entrelazada con la de un país que ella ayudó a transformar. Afuera, la vida seguía, pero dentro del pleno, el silencio era el tributo más sincero a la grandeza de quien, con su lucha, nunca buscó reconocimiento, sino justicia.
Tras el solemne minuto de silencio, el ambiente en el pleno se llenó nuevamente, esta vez con las voces de quienes quisieron rendir homenaje. Senadores y diputados, representantes de los distintos grupos parlamentarios, se levantaron uno a uno para ofrecer sus palabras, recordando a una mujer que había traspasado las fronteras partidistas con su lucha incansable por un México más justo e inclusivo.
A las 11:24 de la mañana, después de los discursos, comenzó la guardia de honor en el pleno de la Cámara de Diputados. Con una precisión solemne, las primeras personalidades políticas se ubicaron alrededor del féretro. Fue un tributo silente pero lleno de simbolismo, donde cada uno, durante un minuto exacto, rendía respeto a la mujer que tanto había significado para la historia de México.
A las 13:44, la atención se centró en sus hijos. Con el rostro marcado por el duelo, pero también por el orgullo de haber sido parte de la vida de una mujer tan extraordinaria, tomaron su lugar junto al ataúd. El silencio fue aún más profundo, cargado de emociones que iban más allá de lo visible. Durante un minuto, el homenaje se volvió personal, familiar, íntimo. Fue un tributo silencioso que reflejaba la pérdida de una madre, pero también de una figura pública que trascendió su rol en la familia para dejar un legado nacional.
A las 13:45, el relevo fue tomado por sus nietos, quienes también rindieron homenaje a la abuela que, para ellos, representaba no solo un pilar familiar, sino una fuente de inspiración. En ese momento, las generaciones se encontraron, uniendo el pasado con el futuro, y recordando que el legado de Ifigenia perdurará a través de quienes seguirán su ejemplo.
A las 13:47, tras la última guardia de honor, el pleno se preparó para el cierre del homenaje luctuoso a Ifigenia. El ambiente, ya impregnado de solemnidad y respeto, se elevó a un nivel aún más profundo cuando los primeros acordes del Himno Nacional Mexicano comenzaron a resonar en la Cámara de Diputados.
Era el cierre perfecto a una ceremonia cargada de simbolismo, un acto de unidad que recordaba que, más allá de las diferencias ideológicas, todos compartían el mismo respeto por la patria y por quienes, como Ifigenia, entregaron su vida a su servicio.
A las 13:51, el féretro de Ifigenia Martínez comenzó su camino de salida de la Cámara de Diputados, escoltado una vez más por los guardias de honor. El ambiente seguía cargado de solemnidad, pero conforme el cuerpo se retiraba rumbo al Panteón Jardín, algo más poderoso emergió entre los presentes: una muestra colectiva de respeto y gratitud que rompió el silencio.
“¡Que viva Ifigenia!”, gritaron con fuerza, y como un eco que se expandió por todo el recinto, la multitud respondió: “¡Viva!”. No era solo una exclamación, era un reconocimiento a la vida de una mujer que había sido mucho más que una política o una académica; había sido una líder que siempre luchó por su país, por la justicia y por las causas que creía justas.
La despedida de Ifigenia Martínez en la Cámara de Diputados fue un momento cargado de significado, donde la historia y la política se entrelazaron en un homenaje conmovedor. Su vida fue un testimonio de lucha constante por la justicia social y la equidad de género, dejando un legado que trasciende las fronteras partidistas y continúa inspirando a nuevas generaciones.
Ifigenia Martínez no solo será recordada como una política y académica destacada, sino como un símbolo de perseverancia y esperanza en la construcción de un México donde la justicia y la dignidad sean accesibles para todos. Su legado perdurará en la memoria colectiva, inspirando a quienes continúan su lucha por un mundo mejor.
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