Es su día y todos lo saben. Quizá no hay cuetes, ni feria, ni pan de pueblo, pero hay chocolates, globos plateados y flores, muchas flores.
San Valentín debería tener un rating mucho más alto que San Judas en esta urbe, y es que es invocado por creyentes y por laicos. No obstante, nadie lo festeja a él, sino a lo que dicen que simboliza: el amor en su versión más empalagosa y perfectamente empaquetada para su consumo indiscriminado.
En un nicho que forma parte de un retablo lateral, colocado en una antigua iglesia consagrada a San Damián y San Cosme y ubicada en la calle Serapio Rendón en la colonia San Rafael, se encuentra la imagen del mismísimo San Valentín.
En esta Muy Leal, Muy Noble y Muy Cachonda urbe hay un sitio para el santo que desde 1969 fue eliminado del santoral católico, pero que sigue siendo reconocido como mártir. Y es que el delito de quien fuera obispo era casar a los soldados romanos que así lo desearan.
Esa es la razón por la que aparece en la imagen con un par de argollas grabadas en la mitra. Y también la causa por la que un par de palomas aparecen a sus pies. La palma que lleva en la diestra alude a su martirio.
Es fácil llegar a su sitio para venerarlo, pero por una extraña razón, la gente que lo festeja este 14 de febrero (fecha en la que era recordado en el santoral), se pierde en el camino.
Cuenta la leyenda que hay quien sólo llega a Súllivan o quienes, mientras peregrinan por la calzada de Tlalpan, alquilan pequeñas ermitas para invocarlo de rodillas o sobre reclinatorios forrados de presunta piel. Las rutas para llegar al cielo son misteriosas (algunas hasta tienen espejos en el techo o tienen jacuzzi).
Sea como fuere, desde esta columna hacemos votos porque sus fieles lo encuentren ya en una banca de la Alameda, ya bajo un ahuehuete de Chapultepec o en un callejón solitario.
La ciudad es un mapa con insospechadas coordenadas eróticas. Cada habitante elabora su propia cartografía con memorables intersecciones, sitios donde hacen esquina la memoria y el vacío, el deseo y la imposibilidad.
Ni hablar. Que Nuestra Señora de los Deseos Impuros, San Antonio de los amores imposibles y San Valentín de los osos de peluche nos amparen. Amén.
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