Despertó temprano, como a las 7 de la mañana, y se fue a trote para ir calentando en el camino. Me dijo que ya para entonces, en la calle se encuentra bastante gente haciendo labores distintas, que no por ser domingo el mundo se detiene. En las esquinas, los hombres, mujeres y niños se reúnen para comer una guajolota y un atole. Sí, las guajolotas, las que llevan un tamal de dulce o de verde dentro de un bolillo y que, con su atolito de chocolate o de arroz, se convierten en un desayuno potente para aguantar todo el día. Pero no, Pablo no se detuvo ese día a desayunar, el partido comenzaba a las 7:30, ni modo de llegar con el estómago lleno.
Antes de llegar a la cancha, hay que pasar enfrente del mercado de Xochimilco. Ahí el jale comienza temprano, el movimiento de mercancía se encuentra al por menor. Zapatos, verduras, frutas, bueno, con decirte que hasta puedes encontrar una buena pancita o un pozole en el área de comida. A las afueras se encuentran varias bases de las rutas de peseros y, todavía en el suelo, se alcanzan a ver aquellas que fueron las vías que en otro momento comunicaron a la Alcaldía sureña con la gran Ciudad. Hoy, pues, ya todo es una misma mancha en donde siguen resistiéndose algunos aspectos identitarios de los xochimilcas.
Por ejemplo, ahí en el Acalli, que es el club en donde mi compa juega, se encuentra a un costado de la pista de canotaje. Sí, la pista que utilizaron en las Olimpiadas de 1968 y que desde entonces alberga sirve como pista de entrenamiento para las diferentes escuderías que ahí se asentaron. También, existen los terrenos en donde se acondicionaron algunas canchas de fútbol y son administradas por diferentes escuelas y clubes. En el Acallí, se practica al fútbol, pero también se busca conservar alguna de las tradiciones más antiguas de Xochimilco.
Para empezar, Acalli son las lanchas que se utilizan en los canales de Xochimilco y los hay de diferentes tamaños, para una, para dos, incluso para cinco o seis personas. En otros tiempos, antes de las Olimpiadas y en ese periodo en el que el soccer comenzaba a adquirir popularidad, en Xochimilco, las familias se reunían en los bordes de los canales y realizaban sendas carreras de Acallis. Dicen que las tertulias se ponían buenas, en las carreras no sólo competían las diferentes casas, sino que, además, había un sentimiento de festividad. Cada familia llevaba sus alimentos y bebidas que daban cuerpo a un día de campo, pero en el que, uno se podía levantar y visitar a la familia de enfrente.
Dice Pablo, que ahora en el club se trata de preservar un espacio de convivencia familiar y que, cada año, se hace una convocatoria para que los usuarios del club vengan a competir y a compartir en los Acallis. En el ámbito futbolero, pues, no, no me dijo si ganaron o perdieron, sólo me comentó que los chicos pequeños pueden ir a entrenar los martes y jueves a las 16 horas de forma gratuita.
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