El Día de la Raza, esa fecha en el calendario que la mayoría de los niños relacionan más con un día sin clases que con un momento histórico, pero para las madres, es un recordatorio más de que nuestra tarea de criar en un mundo cada vez más globalizado es real. Hoy, nuestros hijos están rodeados de influencias culturales que van desde los tacos hasta los memes gringos en TikTok y nos toca a nosotras, las mamás, ser ese puente entre lo nuestro y lo ajeno. ¿Cómo explico esto a mis hijos sin caer en un mar de preguntas como ¿quién ganó? o ¿Por qué se peleaban? Fácil, ¿no?.
Criar en un mundo globalizado es un deporte extremo. Estamos inmersas en una mezcla de tradiciones, idiomas y costumbres que nuestros hijos están absorbiendo más rápido que las tortillas en salsa verde. Entre el reguetón, el ramen, el sushi, las novelas turcas y la celebración de Hallowee, que de mexicano tiene lo que yo de astronauta, las madres hoy tenemos la tarea de mantener a flote la identidad cultural sin perder la cordura en el intento.
La diversidad cultural no solo está en los libros de historia, está en nuestras vidas cotidianas. Nuestras familias ya no son las mismas de hace 20 años. Los niños crecen escuchando música en inglés, comiendo ramen y viendo películas de superhéroes con personajes de todo el mundo. Y claro, ahí estamos nosotras, haciendo malabares para que no se nos olviden nuestras raíces. Porque, aunque tengamos un menú tan global como el del food court de un centro comercial, aún queremos que sepan quiénes somos y de dónde venimos.
Pero lo más complicado es lograr que ellos valoren esta diversidad sin perder de vista lo que somos. Nos esforzamos para que se sientan orgullosos de ser mexicanos, aunque están bombardeados por influencias extranjeras. "Mamá, ¿por qué no comemos pizza en vez de tamales?", te dicen mientras tú haces lo posible por convencerlos de que los frijoles también tienen su encanto. Y al final, acabas sirviendo ramen con salsa valentina, porque la vida es cuestión de equilibrio, ¿no?
Lo que realmente queremos es que nuestros hijos crezcan sabiendo que pueden ser parte del mundo sin perder lo que los hace únicos. Y aunque nos toque corregir su "spaninglish", o recordarles que las calaveritas de azúcar no son lo mismo que las calabazas de Halloween, estamos criando a la próxima generación de ciudadanos globales que, con suerte, podrán ser parte de la diversidad sin perderse en ella.
Porque al final, sí, estamos en un mundo globalizado, pero todavía queremos que nuestros hijos sepan que nada supera un buen taco de suadero. Tal vez algún día, ellos sean los que nos expliquen a nosotras cómo equilibrar todo esto, sin perder el alma en el intento... y con suerte, también sepan quién ganó en la historia del 12 de octubre.
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