Considero que las recientes votaciones para elegir a los jueces del Poder Judicial le viene bien al mundo. No sólo porque parece ensanchar la democracia existente como mecanismo efectivo para construir un mundo mejor sino que, también, porque el ejercicio mismo hace necesario repensar la figura de la ciudadanía, nuestro papel como ciudadanos.

Después de todo las instituciones que organizan el poder político, en cualquier Estado, deben ser considerados como de interés público y por tanto responsabilidad de los ciudadanos. Al menos, en eso radica la idea de la soberanía en tanto que voluntad popular. 

Entonces, se pensaría que los ciudadanos deben estar preparados para asumir esa tarea con entera seriedad, con lo que concuerdo, sin embargo, también se considera que los países tercermundistas no han logrado la mayoría de edad: “es una mágnifica idea pero, pues, no estamos preparados”.

Suspiramos profundamente y viendo entre sueños anehelamos ser como los hombres y mujeres del viejo mundo: Dinámarca, Suecia, alguno de esos países en donde nos perderíamos de ver aquellos desfiguros que hacemos los latinos en nuestra cotidianeidad. Me resito a pensar que nos hace falta evolucionar, sobre todo, porque tampoco me queda claro hacia donde hay que hacerlo. 

La jornada electoral reciente adquiere un plus a mi parecer, porque supone que hemos asumido el reto. ¿Qué si fue dificil emitier el voto? Por supuesto, era como estar en un examen final. En gran parte se debe a que, como dicen algunos columnistas, es la primera vez que se efectúa un ejercicio como este.

Que hubo fallas en la forma de promover el evento, la forma de las boletas, así como las candidaturas -pues sí, también pasó eso. Sin embargo, son errores propios de las primeras veces, más adelante se podrá perfecciónar los mecanismos para hacer más fácil el sufragio.

Además de esto, considero que estos errores resultan una prueba irrefutable de que el Poder Judicial ha sido un Poder que ha estado lejos de la sociedad y, por ende, es una institución que resulta desconocida para los ciudadanos. No sería dificil pensar que la sociedad también le queda lejos a los jueces. Este es un reto por acercar el que hacer de los jueces al escrutinio público. 

Es cierto que los ciudadanos deben contar con una educación adecuada para asumir las responsabilidades propias de la política, es por eso, que la educación y la salud resultan ser de los derechos sociales más nobles que puede impulsar un gobierno. Aquí se podría señalar una arista política de los programas sociales como mecanismos que, no sólo sirven para hacer una redistribución de la riqueza, sino que terminan por empoderar al ciudadanos al plantear un racero mínimo de igualdad y con ello fundamentar una sociedad civil fuerte.

Sin embargo, la ciudadanía no sólo aprende en la escuela y se fortalece a partir de mecanismos regulados, la fortaleza de la ciudadanía se consolida en las experiencias que ésta vive, en los ejercicios que práctica y, sobre todo, en los retos que ésta asume.