Le gustan los gatos porque se ha criado con cuatro. De hecho, le encanta “besuquearlos”, pero ellos le ponen caras, jejeje.
Llegó una madrugada mientras mi marido Pancho y yo estábamos platicando afuera del edificio donde vivimos. Un chico que se dedicaba a recoger latas lo traía cargado en una maleta. La abrió para que lo viéramos y Lugh sacó su cabecita. Fue amor a primera vista entre Lugh y Pancho.
Resulta que el chico vivía en un cuarto de azotea y ya no le permitieron tener al perrito. Así que estaba buscando una familia para el perrito. Nosotros lo adoptamos y se adaptó rapidísimo.
La historia de Lugh es bella porque al contarla sabemos que estamos contribuyendo para que otras personas conozcan que vale la pena darle una oportunidad a estos amiguitos, que nos dan mucho amor.
¡Se el primero en comentar!