Max era un cachorrito cuando mi papá lo encontró amarrado con un cable de luz a un poste, cerca de la Central de Abasto. Lo trajo a casa y de inmediato lo llevamos al veterinario porque tenía una verruguita en su lagrimal. En realidad, no planeábamos conservarlo, pero se quedó con nosotros. Es raza Cocker Spaniel, la misma de una perrita que tenía mi abuela paterna. Era muy latoso y por un tiempo lo llevaron a casa de un tío en la localidad de Ayotla.
Mi papá solía visitar a su perro, que no a su hermano, cada 15 días y le llevaba croquetas. Max se hizo un perro de barrio, correteaba motos, se peleaba con otros perros, acompañaba a mi tío de acá para allá.
Hubo una ocasión en que mi tío se fue de la ciudad y una de sus hijas regaló a Max a una vecina. Mi papá tuvo que ir a rescatarlo y lo llevó de regreso a casa de su hermano. Cuando mi papá falleció yo fui por Max, lo llevé a una escuela de adiestramiento y lo tuve conmigo. En esa época vivía con Luis y, al inicio, no lo aceptaba, pero después se encariñó mucho con él. Un día Max marcó territorio sobre la mochila del gimnasio de Luis y eso lo puso furioso.
Max vivió hasta los 16 años, rodeado de amor y cariño. Ha sido mi guardián, mi protector; fue el que me ayudó a levantarme de mis peores momentos.
Se fue el 19 de diciembre de 2021. Lo extraño mucho pero siempre está en mi corazón.
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