En concreto: Cuauhtémoc esquina con resistencia

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Juan SolísFoto de
28 de febrero 2025
  • flikckr/Eneas de Troya. Se aplicó blur a las orilla de la imagen y se aumentó el contraste

Y ahí está desde hace más de 100 años. Con sus casi 5 metros de altura y más de 4 toneladas de bronce, vigilando la urbe que defendió hasta que fue tomada el 13 de agosto de 1521, el mero día de San Hipólito.

Ahí está, con una lanza en la diestra a punto de ser lanzada, con un penacho de erectas plumas y el rostro mirando hacia el noreste, quizá hacia Tlatelolco, sitio desde el que organizó la defensa de México Tenochtitlan.

Ahí está, en el cruce vial más importante de la ciudad, aquel en que coinciden la inmensa avenida Insurgentes y el elegante Paseo de la Reforma.  De pie sobre un basamento, cual policía de tránsito cósmico, el Rey gobierna los 4 rumbos, del Cerro del Ajusco al Chiquihuite, del Cerro del Chapulín al del Tepeyac.

Ahí está el tlatoani broncíneo, esculpido por Miguel Noreña, entre metrobuses y peatones, entre protestas y promesas, entre desvelos y tristezas, quizá recordando aquella tarde en que el agua salada del lago de Texcoco le llegó hasta el cuello y fue capturado en lo que después sería el barrio bravo de Tepito. Cámara, carnales tepitecas, ahí les encargo el cantón y, como dijo Cacama, no le saquen. Se dice que dijo y entregó la lanza.

Ahí está, con su pátina resistente a los rayos UV, a la lluvia ácida, a las inversiones térmicas y las lesiones epidérmicas, a los imecas, chichimecas, cholultecas y jipitecas. Con su tilma anudada a la romana, muy a lo Gucci, aunque esté más cerca de Chiconcuac.

Ahí está, orgulloso y desafiante, lo mismo en la etiqueta de una chela (¡Saca el caguamón, pinchi Cuitlahuac!), que en los inmaculados muros de Bellas Artes; igual tatuado en el bíceps de un miembro de la raza de bronce que pintado por un tlacuilo sin beca en la barda de un paso a desnivel; en un tostón o en un quinientón; en el orgullo o en la resistencia.

Ahí está el águila que desciende, el último tlatoani, al que le quemaron las patrullas pa que aflojara el tesorito y no precisamente en los sótanos de la Dirección Federal de Seguridad; el más fuerte opositor a que Cortés y sus huestes impusieran en Tenochtitlan la Primera Transformación.

Ahí está y no en la tumba falsa o en el discurso demagógico. Ahí está el joven emperador mexica que, por órdenes de Hernán Cortés, fue colgado de una ceiba, cerca de la laguna de Términos, en Tabasco, un 28 de febrero de 1525, hace exactamente 500 años.

Ahí está el gran Cuauhtémoc, “único héroe a la altura del arte”, como dijo el vate López Velarde, encarnación mítica del infinitivo que mejor se conjuga en estas tierras: resistir. Un pulque a su salud, tlatoani. Nos vemos en el Mictlán.

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Escrito por Juan Solís

Periodista cultural y doctor en historia del arte. Autor del libro "El cuerpo del delito/ Los delitos del cuerpo. La colección de cine pornográfico 'callado' de la Filmoteca de la UNAM". Chilango auriazul y seguro textoservidor.


X: @eljuansolis


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