En concreto: Cuauhtémoc y la resistencia post mortem

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Juan SolísFoto de
31 de enero 2025
  • Apoteosis de Cuauhtémoc, por David Alfaro Siqueiros, Museo del Palacio de Bellas Artes

En la portada de la Parroquia hay una placa con la siguiente inscripción: “Tequipeuhcan (lugar donde empezó la esclavitud). Aquí fue hecho prisionero el Emperador Cuautemotzin la tarde del 13 de agosto de 1521”.

La nomenclatura de la urbe cuenta una historia paralela a la oficial. De ahí que no sea casual que la Parroquia de la Concepción Tequipeuhcan esté ubicada en la esquina de Constancia y Tenochtitlan, dos palabras vinculadas a la leyenda del último tlatoani mexica, Cuauhtémoc.

De acuerdo con la tradición, en esa esquina del barrio de Tepito (otro nombre que alude a la resistencia), los conquistadores ibéricos apañaron al rey Cuau. Es difícil de comprobar porque, según las fuentes hispanas, lo capturaron en una canoa cerca de Tlatelolco.

Aunque se vale dudar de la exactitud de la coordenada, el rumbo no es errado. Al Rey Cuau lo atoraron en Tepis y ahí terminó oficialmente el imperio mexica, pero nació el símbolo de la resistencia ante el extraño enemigo.

Las invasiones a México en el siglo XIX, por parte de Francia o Estados Unidos, fueron el mejor pretexto para desempolvar al tlatoani y hacerle una capilla neoclásica en el Altar a la Patria. Monumentos, pinturas, monedas, billetes, poemas y discursos construyeron una imagen inmaculada del guerrero cuyo nombre significa “águila que desciende” y cuya efigie es posible encontrar ya en una lata de cerveza o en un graffiti.

El próximo 28 de febrero se cumplirán 500 años de la muerte del Rey Cuau. Las fuentes coinciden en que fue colgado de una ceiba, cerca de la Laguna de Términos en el actual estado de Tabasco.

El motivo pudo ser una sospecha de conspiración. Hernán Cortés se lo llevó a su expedición a las Hibueras (Honduras) y alguien le dijo que el Cuau quería matarlo. Decidió colgarlo, junto a sus presuntos cómplices. Hasta Bernal Díaz del Castillo mostró su descontento por la decisión.

En esta época en que el extraño enemigo ha ascendido en el país del norte expulsando a los paisanos y amenazando con aranceles más altos que los que los tributos que Moctezuma le cobraba a sus vecinos, se dan las condiciones precisas para invocar a Cuauhtémoc como símbolo de la resistencia.

Ojalá que el “joven abuelo”, el “único héroe a la altura del arte”, como lo llamó López Velarde, no se deje alcanzar por la retórica oxidada y la cursilería siniestra que empalaga el discurso patriotero. Que Huitzilopochtli lo proteja.

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Escrito por Juan Solís

Periodista cultural y doctor en historia del arte. Autor del libro "El cuerpo del delito/ Los delitos del cuerpo. La colección de cine pornográfico 'callado' de la Filmoteca de la UNAM". Chilango auriazul y seguro textoservidor.


X: @eljuansolis


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