Durante las recientes elecciones en México fuimos testigos de tres debates entre las candidatas a la presidencia. Recordemos que los debates en México iniciaron durante la contienda presidencial de 1994 entre el candidato oficial, elegido a dedazo, Ernesto Zedillo y los dos candidatos de oposición, El Jefe Diego y Cuauhtémoc Cárdenas.
En los Estados Unidos; recuerdo en particular los debates entre Obama vs. McCain; y cómo olvidar a los seniles Trump y Biden. Sin embargo, tratándose de debates, mi favorito es uno imaginario, concebido por un abogado francés del siglo 19, Maurice Joly, quien escribió una exquisita obra que se vale del recurso de un diálogo entre dos personajes muertos. La historia del libro resulta interesante. Fue publicado en Bruselas y llevado de contrabando a Francia donde la policía lo confisca y arresta al autor.
Pocos años después, y arruinado financieramente, Joly se suicida de un disparo en la cabeza y el libro se pierde por años hasta que un ejemplar, según la leyenda, cae en manos de un escritor ruso que lo utiliza como base del infame libro titulado Los Protocolos de los Sabios de Sion. Este libro publicado y difundido por el mundo en 1919, es uno cargado de antisemitismo donde se exponen los “supuestos” planes de dominación mundial de los judíos. No es sino hasta que un periodista del Times, Philip Graves, hermano del novelista inglés, Robert Graves, descubre un ejemplar de El Diálogo de Joly que se percata de su similitud con Los Protocolos de los Sabios de Sion, y no duda en exponerlo como plagio. A continuación un ejemplo:
Diálogo Duodécimo 1
Como el dios Vishnú, mi prensa tendrá cien brazos y dichos brazos se darán la mano con todos los matices de la opinión, cualquiera que ella sea, sobre la superficie entera del país…, etc.
Protocolo XII
Cien manos tendrán como el dios Indio Vishnú…que que habrán de dirigir la opinión en la dirección que conviene a nuestros fines…,etc.
Pero ya es suficiente de historia. ¿Por qué es recomendable la lectura de Diálogo en el Infierno en pleno Siglo XXI? Joly pone a debatir a Maquiavelo y a Montesquieu en el infierno. La elección de Maquiavelo en el infierno es obvia. El nombre conlleva una connotación negativa que propone la ejecución de planes siniestros para lograr un objetivo; la famosa premisa de “el fin justifica los medios”. El Principe, es prácticamente un manual de instrucciones para la manipulación del Pueblo para afianzarse en el poder. Pero, ¿por qué pondría Joly a Montesquieu en el infierno? En su libro, El Espíritu de las Leyes se asientan las bases de las democracias modernas, se establecen los principios de la división de poderes para generar los contrapesos políticos necesarios para la sana administración de los pueblos. Joly, de manera magistral pone a debatir a Maquiavelo desvirtuando la pureza de las ideas de Montesquieu. El Maquiavelo de Joly es un personaje astuto, preparado para enarbolar argumentos para demostrar cómo un gobernante tirano, como Napoleón III, puede establecer un régimen totalitario disfrazado de democracia o una “democradura”. El Maquiavelo de Joly no propone la violencia sino la demagogia, el control sutil de la prensa con periódicos a sueldo, coartando las facultades del poder legislativo, corrompiendo jueces, etc. Horrorizado, el Montesquieu de Joly se percata que a pesar de que los pueblos tengan instituciones sólidas fundadas en los principios modernos de la democracia, estos principios puedes ser corruptibles y utilizados por un tirano o por oligarcas para perpetuarse en el poder incluso hasta por más de 70 años. Joly no experimentó el fascismo, el nazismo o los regímenes totalitarios del siglo XX, sin embargo, la ficción de Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu puede aplicarse, en mayor o menor grado, a cualquier régimen actual, por lo que su lectura es recomendable para ampliar nuestro horizonte del análisis político e histórico. Citando la frase atribuida al filósofo español, Santayana, “el pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
Montesquieu
“Conozco desde hace mucho tiempo las críticas que se hacen a los gobiernos libres. No tienen a mis ojos valor alguno: no podemos condenar a las instituciones por los abusos cometidos. Sé de muchos estados que viven pacíficamente con tales leyes: compadezco a quienes no pueden vivir en ellos.”[2]
Maquiavelo:
“…existen poblaciones gigantescas sometidas al trabajo por la pobreza como antaño por la esclavitud. Para el bienestar de estas, os pregunto ¿qué aportan vuestras ficciones parlamentarias? La consecuencia de vuestro gran movimiento político es en definitiva, el triunfo de una minoría privilegiada por la suerte como la antigua nobleza lo era por nacimiento. ¿qué le importa al proletariado, inclinado sobre su trabajo, abrumado por el peso de su destino, que algunos oradores tengan el derecho de hablar y algunos periodistas el de escribir? Habéis creado derechos que, para la masa popular, incapacitada como está de utilizarlos, permanecerán eternamente en el estado de meras facultades. Tales derechos cuyo goce ideal la ley les reconoce, y cuyo ejercicio real les niega la necesidad, no son para ellos otra cosa que una amarga ironía del destino. Os digo que un día, el pueblo comenzará a odiarlos y él mismo se encargará de destruirlos, para entregarse al despotismo…”[3]
[1] Joly, Maurice, Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu. Barcelona: Biblioteca Breve de Bolsillo Seix Barral, 1977, p. XIII.
[2] Ibid., p. 33
[3] Ibid.
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