En concreto: Había una vez un convento (primera parte)

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Juan SolísFoto de
08 de noviembre 2024
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El pasado lunes 4 de noviembre, un reportaje publicado en la sección cultural del periódico Reforma, firmado por la periodista Yanireth Israde, dio cuenta del olvido en que se encuentra una de las joyas de la arquitectura novohispana en esta Muy Noble, Muy Leal y Muy Olvidadiza Ciudad de México, el claustro del Ex Convento de la Merced.

Más que el comercio ambulante que lo rodea, lo que ha afectado al imponente inmueble ubicado en la calle de República de Uruguay, entre Talavera y Jesús María, en el Centro Histórico, es la ineficacia de las instituciones encargadas de garantizar su conservación.

Como documenta el texto, los planes para su restauración no han faltado, no obstante, la carencia de continuidad en los proyectos lo han dejado en un limbo que se traduce en abandono y deterioro. Su valor como patrimonio no sólo se finca en ser un inmueble histórico construido en el siglo XVII, sino también en los valores estéticos que ostenta: es un magnífico ejemplo arquitectónico de estilo mudéjar andaluz en México.

La presencia del convento en el oriente del primer cuadro no sólo ha dado nombre e identidad al barrio de La Merced, también es fundamental en la historia eclesiástica y cultural de esta ciudad. Desde 1533, cuando la Orden de Nuestra Señora de la Merced de Redención de Cautivos solicitó la construcción del Convento, se decidió que estuviera precisamente en esa zona de la urbe, considerada insalubre por su cercanía al Lago de Texcoco, por la presencia del Hospital del Amor de Dios (Moneda y Academia, donde hoy está la Academia de San Carlos) para sifilíticos, y el primer Hospital de San Lázaro, para leprosos.

De acuerdo con Luis Alberto Martos López, en su artículo “De fe, redención y arte: el claustro de Nuestra Señora de La Merced de la ciudad de México” (Boletín de Monumentos Históricos, 2013), la zona oriente era frecuentada por estudiantes, militares y comerciantes, razón por la cual no tardaron en instalarse las primeras casas de mancebía (prostíbulos), en la actual calle de Mesones. El neutle también corría a raudales.

Fue hasta 1596 que inició la construcción del convento, en la que los mercedarios hicieron gala de los adjetivos que definían a su orden: mendicante, real y militar. Tuvieron apoyo del Rey de España, del Papa y de generosos donadores que a cambio recibieron el título de patronos, misas, oraciones y el privilegio de que, al morir, sus restos fueran enterrados en la iglesia; cuando hubo oposición de los vecinos para cerrar una calle, los frailes se defendieron a arcabuzazos.

Martos López señala que en agosto de 1654 fue terminado el magnífico templo que, en lugar de cúpula, contaba con una pirámide hexagonal de madera. El techo de la nave principal era a dos aguas y en su interior contenía ocho capillas con obras pictóricas de artistas como Nicolás Rodríguez Juárez, Juan Correa y Luis Juárez.

De todo aquel conjunto sólo quedan ruinas, algunos muros y el impresionante claustro, que comenzó a construirse en 1676 y fue concluido y dedicado en 1703. Ahí permanece el majestuoso patio cuadrado de 27 por 27 metros flanqueado por una arquería en cuyo labrado se sintetiza la devoción mariana y el ideal espiritual mercedario.

En las primeras décadas del siglo XX, el claustro, ya abandonado luego de la Guerra de Reforma, fue refugio de Gerardo Murillo, el Dr. Atl, quien vivió en ese sitio su tórrida historia de amor con Carmen Mondragón, Nahui Ollin. Y ese veneno lo soltaremos en la siguiente entrega. Podéis ir en paz.

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Escrito por Juan Solís

Periodista cultural y doctor en historia del arte. Autor del libro "El cuerpo del delito/ Los delitos del cuerpo. La colección de cine pornográfico 'callado' de la Filmoteca de la UNAM". Chilango auriazul y seguro textoservidor.


X: @eljuansolis


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