La columna de los libros olvidados: La decisión de usar la bomba atómica

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Ricardo Reyes GuevaraFoto de
06 de agosto 2025
  • ahf.nuclearmuseum.org

La primera prueba exitosa de una bomba atómica ocurrió a las 5:29 de la mañana un 16 de julio de 1945 en un lugar llamado Trinity en el desierto de Nuevo México. Más tarde esa misma mañana, a las 7:30, el siguiente mensaje fue enviado al Presidente Harry Truman y al secretario Byrnes por el secretario de Guerra Henry L. Stimson:

“Operación realizada este mañana. Diagnóstico incompleto aún, pero los resultados parecen satisfactorios y ya exceden las expectativas…”, cita Gar Alperovitz en "The Decision to Use the Atomic Bomb"

Más adelante, otro cable confirmó el suceso y reveló información adicional en código:

“El Doctor ha regresado muy entusiastamente y confiado en que el PEQUEÑO NIÑO es tan fuerte como su hermano mayor. La luz en sus ojos es discernible desde aquí hasta Highhold y pude escuchar sus gritos desde aquí hasta mi granja”, señala el libro.

La decodificación del mensaje sugiere que la explosión se pudo ver a 402 kilómetros y se escuchó a 80 km de distancia. El presidente Truman, tenía su arma justo antes de la reunión de los principales aliados de la Segunda Guerra Mundial —La Unión Soviética, El Reino Unido y los Estados Unidos— durante la Conferencia de Postdam donde se decidiría la reorganización de Europa y, particularmente, el destino de Alemania, pero también sería el escenario donde Truman exhortó a Stalin para que declarara la guerra a Japón que aún no se había rendido.

En su libro, "La Decisión de Utilizar la Bomba" (The Decision to Use the Bomb), publicado en 1995 en el 50 aniversario de los bombardeos de Hiroshima (Agosto 6 de 1945) y Nagasaki (Agosto 9 de 1945), Gar Alperovitz construye argumentos con base en materiales desclasificados de la época. Sus argumentos son un intento por desmentir la creencia de que los bombardeos a la población civil eran necesarios para forzar la rendición incondicional de Japón. La administración del presidente Truman justificó los bombardeos para evitar la muerte innecesaria de un millón de soldados, tanto estadounidenses como japoneses en caso de tener que invadir las islas. Sin embargo, Alperovitz, expone que el total de víctimas con base en los estimados de la guerra en el Pacífico, apuntan a un total de entre 7,000 a 10,000 víctimas. Alperovitzs argumenta que los políticos de la época inflaron las cifras estimadas para apuntalar el caso a favor de los bombardeos.

De acuerdo con Alperovitz, existe abundante evidencia que indica que Japón estaba listo para declarar su rendición, incluso antes de los bombardeos. Japón estaba completamente diezmado, sin oportunidad de recuperarse y ante la amenaza de una declaración de guerra del ejército rojo, anticipada para agosto de 1945, su derrota resultaba inminente. Ante este escenario, es bien sabido que altos oficiales japoneses buscaban negociar la rendición el país. En su libro, “The Secret Surrender”, publicado en 1966, Allen Dulles escribió que el 20 de julio de 1945, en la Conferencia de Postdam, le informó al secretario Stimson que los japoneses tenían la intención de rendirse si se les permitía retener a su emperador, y a su constitución pare mantener la paz y el orden después de la devastadora noticia de la rendición se hiciera pública.

Sin embargo, la insistente demanda del presidente Truman de la Rendición Incondicional presentaba el mayor obstáculo en las negociaciones. La rendición incondicional amenazaba la persona y la institución del emperador japonés. Ante singular estatura política y religiosa que representaba el emperador, los aliados se enfrentaban a tres problemas fundamentales. En primer lugar, el ejército japonés sólo se rendiría si se garantizaba que el emperador no sería removido del trono, que no fuera dañado en su integridad personal, que no fuera juzgado (o incluso colgado como fue el caso de algunos funcionarios alemanes). En segundo lugar, si esas garantías no se otorgaban, los funcionarios estadounidenses estaban bajo el entendido que Japón lucharía hasta el último hombre, ya que la evidencia mostraba que los soldados japoneses estaban preparados para luchar hasta la muerte por defender a su emperador. En tercer lugar, el emperador tendría que desempeñar un papel fundamental en mantener el orden de la sociedad japonesa posterior a la guerra.

Encuestas realizadas en agosto de 1945 indicaban que hasta 85% de los estadounidenses mostraban su aprobación la decisión del uso de la bomba atómica. Muchos creían que sin importar lo “destructiva que fuera la bomba, los japoneses obtuvieron su merecido”. De acuerdo con los diarios de la época, los ataques recibieron aprobación casi unánime. El New York Times publicó que “Debido a su propia crueldad y traición nuestros enemigos invitaron lo peor que les pudiéramos hacer”.

El diario Atlanta Constitution publicó el siguiente editorial:

“Si no hubiera sido por la traición a Pearl Harbor; las horribles crueldades de la Marcha Mortal de Japón…: las historias contadas por aquellos que sufrieron hambrunas, pestilencia, los asombrados prisioneros estadounidenses salidos de los campos de concentración japoneses, posiblemente sentiríamos lástima por aquellos que sintieron los efectos de la bomba atómica.

Sin embargo, hubo también importantes oficiales militares que se oponían al uso de la bomba, entre los cuales figuran el Almirante Leahy, el entonces General Dwight D. Eisenhower (quien fuera electo presidente de Estados Unidos al término de la Administración Truman), y el General a cargo de las fuerzas y operaciones del ejército estadounidense en el Pacífico, Douglas MacArthur, entre otros. Para el General MacArthur, el lanzamiento de la bomba fue una tragedia ya que se le deberían aplicar las mismas restricciones deberían aplicarse a la bomba atómica que a las armas convencionales y que los objetivos militares deben limitar el daño de los no combatientes a toda costa. Estas voces fueron ignoradas por el Presidente Truman.

Truman anuncia el rendimiento de Japón.

Truman, un hombre del estado de Missouri, fue el hombre que reemplazó a F. D. Roosevelt tras su muerte en mayo de 1945, como el trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos. Tuvo bajos niveles de aprobación durante parte de su gestión, pero como menciona el historiador Allen Weinstein, los estadounidenses presentan un cierto ritmo después de que los presidentes concluyen su administración; un periodo de rechazo, seguido de un periodo de reconciliación, y finalmente un periodo de admiración. El historiador Weinstein, dice que en el caso de Truman, pasó a una cuarta fase en a su muerte, una de santificación o adoración, un nivel que pocos han alcanzado. En contraste, el historiador Robert Griffith recrea una imagen del presidente Truman como un hombre complejo, capaz de tomar decisiones rápidas, y en ocasiones, impulsivas, pero que también podía ser vacilante e indeciso, altamente dependiente de sus consejeros, un hombre que valoraba la honestidad, pero que podía ser capaz de contradicciones e incluso de engaño.

Las voces que se oponían al uso de la bomba durante las negociaciones previas y posteriores a la Conferencia de Postdam sostenían que se le debería de dar una advertencia a Japón sobre el posible uso de la bomba si no se rendía, dicha advertencia nunca se hizo del conocimiento de los oficiales japoneses, lo que se traduce como un fracaso de la diplomacia por parte de los aliados con el rechazo total de Japón de buscar la rendición.

Sin embargo, existe especulación de que no había intención por parte de Truman en otorgar la rendición a Japón antes de usar la bomba, ni tampoco que Rusia entrara a la guerra contra Japón antes de usar la bomba. ¿Por qué? En el libro “The Atomic Bomb and the End of Wold War II”, el historiador Herbert Feis expone que posiblemente tanto Churchil como Truman pensaban terminar la Guerra rápidamente utilizando la bomba y al mismo tiempo podrían lograr la paz en Europa y en el lejano oriente, impresionando y hasta atemorizando al mismo tiempo a los rusos con su nuevo poderío. De esta forma, la bomba también le dio a Estados Unidos un mayor peso tanto diplomático como militar posterior a la guerra que ha perdurado hasta la fecha.

El Presidente Truman, nunca mostró arrepentimiento en los años posteriores a los bombardeos y justificaba su decisión como una decisión militar más. Una decisión que terminó con la vida de entre 70,000 y 140,000 civiles en Hiroshima y entre 40,000 y 75,000 civiles en Nagasaki. Entre el recuento de los testimonios que presenta Alperovitz, expone que la primer reacción de Truman al enterarse del bombardeo de Hiroshima, fue una reacción de júbilo extremo. Eventualmente, Japón y los Aliados renovarían relaciones de amistad y cooperación económica, aunque en la actualidad sean bombardeados con aranceles de 15% (por ahora), pero el fantasma de los bombardeos perdura en la memoria colectiva ochenta años después.

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Escrito por Ricardo Reyes Guevara

Egresado de la facultad de Filosofía y Letras, gran apasionado de la literatura inglesa, la historia del mundo occidental, así como del mercado inmobiliario; en contraparte, conocedor de ligas deportivas como la NFL y la NBA; actualmente radicado en Toronto.

X: @RickReyesG

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