En las audiencias consumidoras de diversos productos de entretenimiento como las películas y series persiste la idea de que las narrativas, las historias que cuentan, quienes las protagonizan, lo que se expresa y demás no debería ser motivo de crítica porque “es solo una película o serie”.
Creencia con la que estoy totalmente en desacuerdo porque ese reduccionismo disfraza de inocencia los diversos discursos que se construyen y que, obvio, impactan a las relaciones sociales y, lo más importante, impactan la vida de las personas.
El clasismo, el racismo, la discriminación han sido reforzadas con muchas series, películas y otras producciones realizadas para distraer a las personas. Me atrevo a escribir que crecimos en entornos sociales en donde los chistes relacionados a las mujeres, a las personas de la disidencia sexual o aquellas que tienen diversas condiciones de discapacidad son parte del contexto y motivo de burla.
Por ello, ¿cuál es la responsabilidad social de quienes se dedican a producir esos contenidos? Sin duda, primero informarse y capacitarse en la forma de construir las narrativas. Lo anterior es un arte ya que pueden construirse narrativas dignas y respetuosas que llamen a cuestionar los discursos que atentan contra la dignidad de las personas.
En la actualidad, en espacios públicos y privados existe un debate sobre la película “Emilia Pérez”, la cual no he visto, pero lo que me atrae la atención es el comportamiento de las audiencias. Recientemente el director francés Jacques Audiard canceló su participación en un evento en la Cineteca Nacional, la película es acusada por una parte de la audiencia de “burlarse” de temas tan sensibles como la labor de las madres buscadoras, por solo mencionar un argumento.
“Emilia Pérez” es otro ejemplo de que es importante que las producciones de entretenimiento creen productos que cuestionen la realidad desde un enfoque inclusivo y de respeto a los referentes que se mencionan. La industria no debería vetar temas, pero sí debe prepararse y capacitarse para abordarlos de una manera en que el arte cumpla una verdadera función social que beneficie de manera colectiva.
Como bien dijo mi amiga Samia, hay producciones que cuentan historias sin permitir que las voces protagonistas reales sean plasmadas lo que, de cierta manera, se trata de un extractivismo enfocado a monetizar y ganar premios. Esta tendencia existe en las producciones de películas y también en el periodismo, pero ya hablaremos de lo segundo en otra ocasión.
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