Desocupar la casa de los abuelos, una tarea difícil

Ella Grajeda10
12 de junio 2025
  • Imagen generada por IA

Nunca imaginé vivir esta experiencia. Llevo 25 años tratando de desocupar el departamento de mis abuelos y de mi familia. Sí, 25, no ha sido fácil. 

Quizás me he tardado más de lo debido porque en el fondo no quería vaciar esa casa, esta casa que me vio crecer desde niña y de convertirme en una profesional. Sobre todo, es un espacio lleno de recuerdos y vivencias. 

Pero también me encontré con otra realidad: Mis abuelos eran acumuladores. No en exceso, ni en forma escandalosaSimplemente, guardaban tantas cosas, eso sí de forma ordenada y limpia, a diferencia de otros casos, pero al final acumularon muchos objetos.

Incluso encontré cosas nuevas que nunca usaron, que guardaron para “ese día especial”. Tengo una verdadera colección de bolsos que se usaron en los 70´s y  80´s. ¿Cómo los voy a tirar si fui testigo de cómo mi abuela cuidaba sus bolsos?, me cuestiono mientras los observo. Ojalá alguien quiera exhibirlos.

Volteo y me encuentro con el vestido y el tocado de novia de mi madre que ocupaba un espacio en el ropero de la abue. Tendrá como 60 años. ¿Qué hago con él?, he preguntado a mis amigas y a mis tías. La mayoría me recomienda cortarlo, quemarlo o regalarlo. Todavía no tomo la decisión, pero en estos días, lo haré, salvo que alguien lo quiera para una causa noble.

No pienso guardar todo lo que he encontrado, pero creo que puedo darles un destino digno. He donado libros y ropa a albergues, trastes a las vecinas y las figuras de porcelana de mi abue a una de sus amigas que le encanta coleccionarlos. He mandado al reciclado, papeles y fierros.

Ver las vajillas de las dos mujeres que más he amado en mi vida y preguntar a la familia quien las quiere y ver que a nadie les interesa, tampoco ha sido fácil. Yo decidí quedarme con algunas piezas, pero no puedo llenar más el anaquel de mi casa. Así que a regalar, porque vender es complicado, sobre todo en estos tiempos de tanta inseguridad.

Veo páginas de internet, anuncios de venta de antigüedades, he visitado el mercado de Portales que resultó ser de “chacharas”, ya fui a la Zona Rosa, y tengo pendiente ir a La Lagunilla para investigar y ver dónde puedo dejar estos objetos, que quiero tengan un destino digno.

Si ya sé, me dirán que estoy mal porque ellos ya se murieron y a estas alturas, no importa nada. Que nadie se lleva nada a la tumba. Ya los sé y lo veo. Pero no puedo evitar los recuerdos, de cómo cuidaban sus cosas, sus muebles y a su familia. Me siento comprometida.

Encontré una colección de timbres de los 60´s, 70´s y 80´s; unas planchas de los años 60´s, otra más moderna, una más de fierro y una pequeña conocida como “Esthercita” de 1950 y que lleva la siguiente leyenda: “Orgullo de la industria nacional. Plancha eléctrica de juguete”.

Lo que más me ha impresionado fue encontrarme monedas de un peso, 50, 20, 10 y 5 centavos, de “tostones” esos de los morenitos, billetes de mil a 5 pesos. ¡Si mi abuela hubiera metido todo ese dinero al banco, estoy segura que me hubiera dejado una buena herencia!

En fin, eso ya no importa hoy, solo pienso cuánto tuvo que hacer mi abue para ahorrar tanto y tener estos “guardaditos” en sus monederos escondidos por toda la casa. He sacado varias bolsas de centavos, que si voy a vender al Centro solo me pagarán dos o 5 pesos por el kilo, ¡ya ni la cargada! 

Así que dividí todo y lo repartí a la familia. Les dije, “ustedes saben qué hacer con estas monedas, yo me doy”. Y todavía sigo encontrando dinero viejo, ese que antes valía y hoy solo es para coleccionistas.

Conforme ha pasado el tiempo, familiares y amigos me daban una solución: ¡Tíralo todo a la basura! Y no, no creo que esa sea la forma. Hay que reciclar, donar, regalar, quizás vender y quedarse uno lo que quiere. Y no comprar, solo por comprar.  

El otro día abrí un cajón de un mueble del comedor. Había un periódico de 1984. Creo que fue la última vez que sacudieron ese cajón. ¡Tenía 38 años! Leía las noticias de ese entonces, de los artistas y de la situación política de aquel entonces.

Todavía tengo libros de mi abuelo, de mi padre, de mis hermanos y míos. Hay de geografía, de literatura, de mis primeras letras, y otros que datan de 1945, 1955, 1936, 1960. Todos son número, pero son años de vida.  Todavía estoy buscando a quien donarlos. Yo me quedaré con algunos, pero no con todos.

Ya terminé de vaciar el departamento de mis abuelos. He buscado reciclar lo que más pueda, porque tengo conciencia ecológica. 

En este andar, también me di cuenta del esfuerzo y trabajo de mis abuelitos por sacar adelante a la familia. Sus cartas que todavía puedo leer y que me hablan de quienes eran ellos, Baldomero y Felicitas, una pareja con cuatro hijos, uno de ellos, mi madre. Todo forma parte de mis raíces.

Incluso, encontré la carta, donde Papá Baldo escribe a mi bisabuela que traiga varias gallinas para el banquete de la boda de mi madre. 

Mi abuelo fue contador y estudio por correspondencia. Él quería superarse y no solo cultivar el campo. Lo logró. Fue contador de una mina y dueño de las tierras que de niño sembraba para otros. 

Todo eso leo, a través de sus cartas. Antes no existía internet. La gente se comunicaba por este medio y ya después por teléfono. Tengo fotos, muchas fotos. 

Estoy convencida que después de esta experiencia, escribiré un libro para contar su historia. Conservaré algunas cosas, como recuerdos. Solo algunas. Pero no más.

También me tocó revisar las cosas del abuelo paterno Jesús, quien fue un hombre muy culto, amigo de varios poetas como Elías Nandino y otros. Vivió en Torreón, Coahuila, y fue maestro de idiomas. Tengo sus libros de inglés y de francés. Muchos apuntes y demás.

Me tardé 25 años, no solo porque en el fondo no quería cerrar este ciclo, sino también por la falta de tiempo y el trabajo. Yo viví lo que le toca a los hijos: recoger los recuerdos y cosas de sus abuelos y padres fallecidos, y seguir adelante. 

Me tomaré unos días y de inmediato empezaré a revisar mi casa. No quiero acumular y mucho menos tener tantos objetos. 

Usar todo lo que tenga y no guardarlo para después; donar o vender lo que ya no use, no me guste o desagrade; dejar escrito a quienes amo lo que para mí sea de valor y heredarlo, así como no acumular nada, solo por acumular.

No quiero que nadie de los míos les toque vivir lo que a mí me tocó, que al final fue mi decisión tomar esta tarea. Porque en el fondo, yo sabía que contaba con la paciencia y el amor para encontrarle a cada objeto un sitio digno, en homenaje a los míos.

Todavía me falta sacar algunos objetos, ya son muy muy pocos. Ya es una tarea menor. Se cierra este ciclo. 






- - -

Ingresa tus datos para emitir tu voto.

Este campo es requerido
Este campo es requerido
  • objetos
  • acumular
  • abuelos
  • padres
  • vestido de novia
Escrito por Ella Grajeda
No existen comentarios.
¡Se el primero en comentar!
Este campo es requerido
Este campo es requerido
Este campo es requerido