Las mil y una historias del Panteón Jardín

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30 de octubre 2024
  • Lilia Rivera

Julio lleva 25 años trabajando en el Panteón Jardín, en el camino al Desierto de los Leones, que abrió sus puertas en 1941 y es famoso por contar con un área para los actores de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), el sindicato de actores más representativo de México.

Las jornadas de Julio incluyen inhumaciones “para los que llegan”, exhumaciones en el caso de que esté ocupada una fosa y “hay que ingresar a alguien más”, o si se requiere realizar alguna investigación pericial a un cuerpo. También hace arreglos de jardinería a las tumbas, corta el pasto de alrededor, saca las flores podridas, les levanta una barda. "Hacemos de todo”, dice.

En todo este tiempo en este cementerio Julio ha sido testigo de un sinfín de historias y de los múltiples usos que se le han dado a este panteón: escenario para telenovelas, series y películas nacionales e internacionales, lugar para un día de campo; ha sido hasta cuarto de hotel, si el espacio de la cripta permite cierta privacidad. “Algunas personas vienen a echarse su cana al aire al panteón”, señala.

Para festejar a los muertos, Julio cuenta que hay gente que pone flores, reza tantito y se va. Otros llegan con el comal, la carne asada, las cervezas, el vino. "Se supone que no se puede, pero como buen mexicano, uno lo hace, aunque no se pueda”.

En una tumba que está a unos cinco metros de donde nos encontramos, hay una botella de cerveza en un borde. Le pregunto a Julio quién la habrá dejado ahí, y me explica:

"En esta fosa está un muchacho, murió de 21 años, y viene seguido su esposa (su viuda), con sus amigas, son todas muchachas. Se ponen a tomar y seguido terminan bien borrachas. Ellas dejaron ahí la botella."

La risa vence al dolor

Hay una historia que le provoca una risa franca a Julio cada vez que la cuenta. Recuerda que tiene una clienta a la que le arregló la tumba de su hijo desde 2008. Todos estaban rezando mientras se depositaban sus cenizas. En eso, ella dio dos pasos atrás y que se cayó a la fosa de al lado. Terminó con medio cuerpo adentro, lleno de agua, porque ahí las fosas se llenan de agua.

"Todos pasaron del llanto a la risa. Hasta yo me reí. Hay cosas que no te puedes aguantar", dice.

Los familiares sacaron a la señora y siguieron rezando, pero riéndose, no se calmaba la risa. Se quedaron como tres horas y el día terminó con una comida.

"Yo creo que la risa no se puede evitar", dice con certeza, "yo veo a la gente que llora, a veces con llanto desgarrador y, al cabo de un rato, pasan a la risa. Yo digo que es parte del proceso, al momento uno está triste y llora porque sabe que no verá más a la persona o que está en una caja, pero una vez enterrando el cuerpo (o las cenizas), todos están platicando, se acaba el llanto".

Julio ha visto llorar a personas de diferentes nacionalidades: colombianos, chinos, rusos, que considera son más serios, no como los mexicanos; a los colombianos los considera alegres porque "se les muere un familiar, un amigo, y traen su acordeón, su música vallenato o salsa".

Señala que las personas que profesan la religión judía tienen su panteón bardeado adentro del Panteón Jardín, a donde nadie puede entrar.

Los actores de la ANDA también tienen su propio espacio y ahí yacen los restos de estrellas del cine nacional como Jorge Negrete, Pedro Infante y Blanca Estela Pavón.

"(A mí) me tocó enterrar a Alfonso Zayas”, dice.

Caín y Abel

Para no llegar a casos extremos, es muy importante contar con el título de la fosa donde se entierra al familiar, recomienda Julio.

Refiere que hay clientes que, por el dolor que sienten, no tienen cabeza para acudir a la administración y comprar una fosa; entonces, mandan a alguien, según de confianza, que la saca a su nombre, no a nombre del que les dio el dinero, el doliente y que con el tiempo se dan cuenta de que son dueños sólo de palabra.

También pasa que los familiares se pelean por alguna razón y se dicen: “¿Sabes qué?, ya nomás te voy a dar permiso hasta los siete años y me sacas a tu muerto porque ya me urge tener la fosa”.

Él sabe del caso de dos hermanos cuya mamá está en una fosa y el papá en otra. Uno de los hermanos se hizo cargo de la mamá hasta que murió y el otro del papá. Dice que ahora "se andan hasta matando por un terreno y una casa que es muy grande", según le dijo uno de los hermanos.

Las viudas

Otra historia que recuerda Julio es el funeral de un señor de mucho dinero. Al panteón llegó una camioneta con escoltas, después una señora con niños y luego más gente. Pasó el rato y se desató una pelea porque al funeral llegaron las tres viudas y ahí se enteró cada una de que no era la única y empezaron los gritos y los golpes.

Cuando todos se fueron, hasta los de la funeraria, Julio y sus amigos se quedaron solos frente a la fosa mirándose el uno al otro: “¿Y ahora quién lo va a bajar?, ¿quién nos va a dar la propina?”, se preguntaron.

Han pasado 15 años y la tumba solo quedó cubierta con tierra y la cruz que le dejaron desapareció. Julio nunca ha visto que lleven flores a esa fosa. "Después de tener todo es no tener nada", expresa.

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Escrito por Lilia Rivera

Comunicadora y archivóloga azul y oro; comenzó reporteando en las unidades habitacionales y ahora lo hace recorriendo las calles del Centro de la Ciudad de México y sus alrededores. Ama a los gatos y está convencida de que en su otra vida fue uno.

IG: limarife


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