Mamá Xoombie: Halterofilia mental

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Xochitl RoaFoto de
25 de enero 2025
  • Archivo ExploraCDMX

No sé si agradecer a Rihanna por salir embarazada en un Super Bowl y demostrar que una mujer en ese estado puede trabajar sin pedir disculpas, o a Angelina Jolie por ser embajadora de la ONU, productora, actriz, madre de seis, y encima, tener el aplomo de ser ex de Brad Pitt. Por algún motivo ajeno a mi inteligencia, este tipo de mujeres se nos presentan como ejemplos de la maternidad moderna: inquebrantables, multifacéticas, hermosas y casi sobrenaturales. Mientras tanto, nosotras aquí, mortales, con aspecto de muñeca vieja haciendo malabares con horarios, mochilas escolares y listas de supermercado. La cabeza de una madre promedio no solo está saturada, está al borde del colapso. Porque la carga mental de una madre no es cualquier peso; es, literalmente, halterofilia mental.

Para quienes aún no captan el concepto, la carga mental no es cuidar a los hijos, es ese runrún constante en la mente que repasa, una y otra vez, todo lo que necesita atención, es estar a cargo de todo para que funcione. ¿Ya se vacunaron los niños? ¿Qué pasó con la tarea de mate? ¿Tenemos suficiente leche? ¿Ya felicitaste a la suegra por su cumpleaños?, busca en google remedios para la gripa, comienza la rutina de sueño y recuerda siempre tener las pijamas de Sonic, Mike Wazowski y Sullivan siempre disponibles para que elija una al dormir… Espera, la de Sonic está sucia y posiblemente la escoja, vamos a lavar la de sonic para evitarnos el drama del siglo, es estar la hora de la siesta para que en la noche no se despierte porque debes terminar de lavar los trastes y dejar cosas listas para la mañana siguiente. Es una lista interminable de pendientes que no se escriben en una libreta, sino que habitan permanentemente en la cabeza.

Cuando los hijos son pequeños, la carga mental se traduce en logística: calcular si en la pañalera hay suficientes toallitas húmedas para una salida, recordar el día de vacunación o qué tamaño de zapato usarán en primavera. Pero a medida que crece, la carga no desaparece, simplemente cambia de forma. Ahora es recordar en qué horario hay que recogerlos de la escuela o de sus actividades, lidiar con la montaña rusa emocional de la adolescencia y, si te atreves, tener la valentía de preguntar “¿qué pasa?” sin temer a la respuesta.

¿Y quién carga con todo esto? En la mayoría de los casos, las madres. Incluso en parejas donde los papás participan activamente, la gestión mental de las tareas suele recaer en ellas. Claro, hay excepciones, pero lo común sigue siendo que las madres lleven la batuta de lo invisible. Porque mientras ellos lavan trastes o llevan a los niños al parque, ¿quién está decidiendo qué van a comer mañana o qué regalo comprar para la maestra de tercero?

La sociedad nos ha vendido la idea de que las mujeres somos “naturalmente organizadas”, como si gestionar la vida de una familia entera fuera de un superpoder genético y no el resultado de años de imposición cultural. Nos enseñaron a cargar con todo sin chistar, a ser las CEOs del hogar sin salario, bonos, ni descansos.

El problema es que esta halterofilia mental no solo agota, sino que también enferma. Las madres viven bajo una presión constante, intentando ser perfectas en todos los frentes: en el trabajo, en casa, como esposas, como amigas. Y mientras tanto, la culpa –esa amiga fiel– las acompaña, grabándoles todo lo que pudo haber hecho mejor.

Entonces, ¿cómo aligerar la carga? Para empezar, dejando de idealizar la maternidad como un acto de sacrificio perpetuo. Enseñando a las nuevas generaciones que el trabajo emocional y mental debe ser compartido, no asumido por defecto. Y, sobre todo, reconociendo que una madre no es más fuerte por todo lo que soporta, sino por saber cuándo decir “esto no lo puedo cargar sola”.

Rihanna y Angelina pueden ser ejemplos inspiradores, pero la verdadera maternidad no necesita más íconos inalcanzables. Necesita más madres reales diciendo: “Hoy me toca a mí descansar. Mañana seguimos cargando juntos”.

Detrás de cada lista interminable, cada desarrollo y cada decisión, hay un amor tan grande que no cabe en palabras. Las madres no cargamos solo responsabilidades, cargamos sueños, esperanzas y el deseo de un futuro mejor para nuestros hijos. Somos arquitectas de vidas, malabaristas de emociones y testigos de cada pequeño milagro cotidiano. Y aunque el peso sea inmenso, cada risa, cada abrazo y cada mirada llena de gratitud nos recuerda por qué seguimos adelante.


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Escrito por Xochitl Roa

Madre y esposa a tiempo completo por decisión. Xochitl puso una pausa en su vida profesional para adentrarse en la maternidad y todas sus curiosidades. Se siente comprometida con conocer, estudiar y aplicar la crianza respetuosa para romper con patrones que nos han llevado a ser adultos emocionalmente rotos y a una sociedad desconectada de la infancia de nuestro al rededor.

X: @MamaXoombie

Instagram: @mamaxoombie

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