Imagina la desesperación de tener mil ideas en la cabeza, pero no saber cómo comunicarlas, o de que te pongan motes porque no puedes estar quieta. Esa fue la infancia de Regina Ferrari, quien me contó cómo fueron su niñez y adolescencia teniendo Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) sin diagnosticar.
Regina es psicóloga educativa, especialista en TDAH y presidenta de la Sociedad Mexicana de Déficit de Atención e Hiperactividad; se dedicó a esta especialidad después de su experiencia personal y ha sido una de las principales impulsoras del tema en México.
Platiqué con ella al cierre del año pasado como parte de las entrevistas de Niñas 4.0. Criando Mujeres para el Futuro y como recomendación de una amiga en común, quien me habló de su historia. Regina tiene una personalidad dinámica, habla con pasión de su caso y de sus aprendizajes; me relató que creció siendo la niña traviesa, la que rompía reglas, la que no entendía por qué los demás podían seguir instrucciones con facilidad mientras ella parecía vivir en un universo paralelo. Fue expulsada de trece colegios. Sí, más de una docena, y etiquetada como problemática. Pero en su caos también había magia: su mente inquieta le permitió desarrollar una creatividad fuera de serie, una capacidad para conectar con la gente y una valentía inquebrantable para enfrentar desafíos.
En esa conversación, descubrí que las niñas tardan más en ser diagnosticadas que los niños y, por tanto, en recibir una atención adecuada. Mientras que los niños con TDAH suelen ser detectados más rápido debido a su hiperactividad e impulsividad, las niñas pasan desapercibidas. “Ellas tienden a ser inatentas, pero como no interrumpen la clase ni hacen ruido, se les considera distraídas, soñadoras o simplemente despistadas. Se dan cuenta de que tienen un problema cuando ya son adolescentes o incluso adultas”, comenta Regina.
Esta falta de diagnóstico oportuno puede generar graves consecuencias emocionales. Muchas niñas crecen con ansiedad, baja autoestima y una sensación constante de no ser lo suficientemente buenas. En un mundo que sigue esperando que las mujeres sean ordenadas, tranquilas y disciplinadas, las niñas con TDAH enfrentan un reto doble: luchar contra su propia mente y contra las expectativas sociales.
TDAH: más empatía, menos juicios hacia las infancias
Pero ¿qué podemos hacer como padres, madres y cuidadores frente a niñas o niños con TDAH? Lo primero, según Regina, es cambiar la perspectiva. En lugar de enfocarnos en las dificultades, debemos identificar y potenciar las fortalezas de cada niño y niña. "No se trata de resaltar sus debilidades, sino de descubrir en qué son buenos, qué los motiva y cómo aprenden mejor".
En la escuela, Regina menciona que pequeñas estrategias pueden marcar una gran diferencia: permitirles moverse, darles instrucciones claras y escritas, usar herramientas visuales y fomentar el aprendizaje en grupo. En casa, es fundamental acompañarlos con paciencia, evitar los castigos desproporcionados y, sobre todo, brindarles un entorno donde se sientan valorados.
Aunque estas recomendaciones parecen ser generales para todas las niñas y los niños, adquieren especial relevancia cuando se trata de pequeñas o pequeños con condiciones diferentes.
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